miércoles, 3 de abril de 2013

Género, discapacidad y acceso al empleo decente


"Mujer, discapacidad y acceso al empleo decente"

Autora: Silvia Mirta Valori.

Mujeres, condicionamientos de género y pobreza.

  * Según investigaciones, si se contabiliza el trabajo doméstico, las mujeres constituyen el 66% de la mano de obra mundial, y poseen el 1% de la riqueza producida.
   * Las mujeres configuran el 70% de los pobres y más del 65% de los analfabetos del planeta.
  * 1.500 millones de personas en todo el mundo viven con un dólar o menos por día: la mayoría son mujeres.
  * En todo el mundo, las mujeres ganan –en promedio –  sólo un poco más de la mitad de lo que ganan los hombres. (1)
He comenzado mi análisis colocando el resultado de estas investigaciones con la idea de llamar la atención sobre las excesivas desigualdades que aún persisten, y reflexionar acerca de los roles subvalorados y subordinados que soportan las mujeres –y que perpetúan la discriminación de género-- no sólo en Argentina y en América Latina, sino también en la mayoría de los países del mundo.
Es quizás ésta, la repuesta a una educación regida por un modelo patriarcal y, ¿porqué no también? por una supuesta “objetividad científica” que con su discurso de racionalidad, imparcialidad y universalidad ha logrado imponerse desde épocas remotas.
Ha sido la propiedad privada el eje conductor del surgimiento y el sostén de la estructura de poder patriarcal y esto ha permitido la consolidación de relaciones jerárquicas rígidas que limitan las potencialidades y derechos del sexo femenino, cuyo “poder” fue reducido al área privada, más específicamente a la doméstica, a lo maternal y a los afectos, privándola del disfrute de la vida social, sexual, laboral, intelectual, entre otras restricciones. De esta manera, se impone en la historia de la humanidad una nueva forma de discriminación social.  
Es esta estructura de poder patriarcal que limita el compromiso y la acción política de las mujeres y trae como consecuencia, que las pocas veces que se comprometen y actúan (o que lo han hecho – y que consiguieron llegar a puestos de conducción y mando—) se hayan comportado como hombres y convertido en “mujeres masculinas” y, cuando se equivocaron, fueron tratadas con el mayor rigor y despiadadamente, como si los hombres no fallaran nunca, como si hubieran errado o actuado desatinadamente por el sólo hecho de ser mujeres.
La escasa participación y ocupación por parte de las mujeres de los lugares de poder –y, en consecuencia, de los sitios donde se toman las decisiones— da como resultado que no existan casi programas, ni planes ni proyectos para lograr revertir esta situación discriminatoria.
Además, la mayoría de las mujeres que acceden a puestos de poder y/ o de autoridad no son conscientes de la discriminación de género y, habitualmente se comportan como hombres o dicho de otra manera son “mujeres masculinas” y, en ocasiones, más sexistas aún que los hombres mismos.
Esto debería hacernos reflexionar acerca de cómo tendríamos que ubicarnos dentro de las tensiones que surgen entre poder patriarcal, objetivismo científico y compromiso político.
Traemos un bagaje cultural que es pesado y gigantesco, que a lo largo de miles de años de subordinación y de ocupar esferas diferentes –las mujeres, el ámbito privado; los hombres, el ámbito público—ha permitido la subordinación al pensamiento científico de “objetividad” así como también al sistema patriarcal dominante, por lo que hará falta mucha pericia y paciencia para revertir esta situación y para que las mujeres emerjan sanas y salvas de ella y que accedan a los puestos de poder, allí donde se toman las decisiones importantes.
Hay que ocupar los ámbitos jerárquicos para influir de manera drástica sobre los medios de socialización y explorar, denunciar y trabajar para que se eliminen los sesgos de género y la discriminación que a causa de ello, soportan las mujeres.
Se tienen que ocupar aquellos sitios desde donde se instrumentan las reformas en salud, desarrollo, producción y seguridad social, y, especialmente, desde donde se plantean y se adoptan los modelos que regirán la educación, en todos los niveles.
La clave es la Educación. Está perfecto que la teoría feminista del conocimiento enfatice acerca del estudio, la formación y que comunique sobre la igualdad, la diferencia, la imparcialidad, la subjetividad moral, la autonomía y la epistemología, pero más que nada, tiene que difundir y lograr que todo esto llegue a la mayoría de mujeres, porque lo teórico, sin la practica y sin la acción, pierde valor; o sea, si existe en los libros, pero a esos libros casi nadie tiene acceso o pocas los leen, por desconocimiento o por la causa que sea, por más que pensemos, escribamos y teoricemos al respecto, las mujeres –y todos los demás grupos oprimidos—continuarán ocupando los lugares que “los poderosos” las/os han destinado desde siempre.
Si la mayoría de personas subordinadas del mundo pertenecen al sexo femenino, si el trabajo de las mujeres casi no se tiene en cuenta en los PBI nacionales ni mundiales, si la mayoría de los trabajos de la mujer son invisibles, si la mayor parte de las pobres del mundo son mujeres y si sólo poseen el 1% del capital mundial, habría que preguntarse si no sólo están mal las relaciones de género, si no que es todo el sistema lo que no funciona.
Rorty sostiene que “la solidaridad humana no depende de una noción metafísica rara de “humanidad” ni de “naturaleza humana”. Más bien se presenta en esas ondas cada vez más amplias de simpatía que vuelven “más difícil marginar a las personas diferentes de nosotros”. (2)
Podríamos apelar a la “solidaridad humana” para dejar de marginar e infravalorar a las personas “diferentes”, sean del sexo que sean.
Estimo que hay que concientizar acerca del tema a las propias mujeres y preguntarles a esas mujeres dominadas, subordinadas, si son conscientes de la situación. Y también si desean salir de ella, y pasar a ser “protagonistas” “ciudadanas”, “electoras”, “votantes”, “usuarias”, “vendedoras”, “productoras”, “consumidoras” o si, en cambio, desean seguir con sus costumbres y tradiciones.
Creo que las mujeres no somos tan “iguales” y aquello que consideramos “ideal” para unas, no lo es para otras. Las diferencias intrasexos son a veces mucho más fuertes y están aún más marcadas que las intersexos. Cierto es que conspiran los medios de socialización para mantener las desigualdades, pero no es menos cierto que los movimientos de mujeres vienen “luchando” desde hace bastante tiempo y que aún no se han obtenido resultados significativos.
Esto me lleva a cuestionar lo siguiente ¿es que las mujeres se sienten bien así, en la situación de sumisión que están o es que ni siquiera suponen, desean o se plantean que les corresponde ocupar un lugar mejor?
Estimo que es imprescindible educar y formar a las personas e incluirlas en las discusiones sobre ciudadanía, igualdad, equidad, libertad y derechos, porque la mujer sigue estando sometida al hombre tanto en la esfera pública, como en la privada y se mantiene  intacta la división sexual del trabajo en casi todas las esferas sociales.
Obligar a examinar y analizar las tradiciones, las costumbres y las instituciones desde todos los puntos de vista.
Corregir todos los sesgos de género.
Establecer los principios en los que se debe inspirar la legislación en materia de igualdad, y, en particular, cualquier legislación para lograr la equidad en los puestos de trabajo y en los haberes que se perciben.
Lo que Eisenstein sostiene acerca de que “la igualdad debe abarcar la generalización, la abstracción y la homogeneidad, así como la individualidad, la especificidad y la heterogeneidad” es lo más acertado y es lo que tendría que ponerse en práctica en todos los ámbitos, así como también que “seguiremos necesitando alguna forma de distinguir entre las diferencias inevitables, las elegidas y las que sencillamente nos han sido impuestas”. (3)
Asimismo, se debe eliminar por completo la idea de que la política es un asunto para individuos/as abstractos/as, para personas cuyo sexo es lo de menos. Y saber que la justicia social significa tener en cuenta la posición de desventaja que ocupan los grupos oprimidos y conocer los planes y programas que se ponen en marcha para solucionar esa situación.
Por último, y en cuanto a la igualdad, la representación y la justicia, resulta mucho más convincente no oponer lo particular a lo general, ni lo sexualmente específico a lo universal, sino subrayar el juego existente entre ambos.
Es con la educación que se forma y se transmiten comportamientos correctos y actitudes hacia las personas en virtud de su sexo biológico, y nos enseñan a tener conductas y sentimientos “de mujeres” o “de varones” y, lo que resulta bueno y permitido para uno de los sexos no lo es ni lo está para el otro, lo cuál hoy se conoce y se difunde con el nombre de sexismo
Es imposible hablar de feminismo sin hablar de sexismo.      
“… Al sexismo, practicado tanto por mujeres como por varones, lo entendemos como  la supremacía de lo masculino, a través de la invisibilización y la exclusión de la mujer.  Si nos remitimos al lenguaje, que también tiene un contenido sexista, en varias ocasiones la desigualdad radica en el "orden de las palabras", otras en el contenido semántico de los vocablos. De cualquier manera, el principal escollo deriva de la pertenencia del castellano a las lenguas con género, categoría gramatical que afecta no sólo a la determinación de los nombres sino a la de los artículos, adjetivos o participios en régimen de concordancia con el sustantivo.
Por lo tanto, se considera al masculino como término genérico y válido en consecuencia para uno y otro sexo, que tiene, desde el punto de vista social, un claro efecto de exclusión, de reforzamiento de estereotipos…” (4)
Así tenemos que “el gobierno, el estado, el comercio” aparecen como ámbitos de varones, en el que no sólo los que autorizan, certifican, adjudican, compran, pagan son los varones sino también los que declaran, solicitan, apelan, los denunciados, los propietarios de inmuebles, los infractores de tránsito. Pero no sólo lo administrativo y comercial, por su lenguaje, está enmarcado o se lo percibe como un mundo de varones sino también el mundo de las noticias, de la cobertura periodística y de los medios. Cientos de investigaciones han exhibido cómo las mujeres son ignoradas, trivializadas y despreciadas por las palabras que se usan para describirlas. A las mujeres se les niega una existencia autónoma al adjudicarles títulos que las distinguen sobre su estado conyugal (“Señora vs. Señorita” y “Señora de…”). Y son definidas además por su rol familiar, mientras que los varones son definidos por sus roles ocupacionales.               Por otra parte, muchas adjetivaciones vinculadas a las mujeres tienden a tornarse peyorativas a lo largo del tiempo. Por ejemplo "mujer pública” no representa lo mismo que “hombre público", y si “atrevido” significa osado, valiente; “atrevida” significa insolente, mal educada. La palabra “aventurero” alude a un individuo audaz, arriesgado, pero no sucede lo mismo con la expresión “aventurera” que nos representa simbólicamente a aquella mujer que le gustan los festines, las orgías y cosas por el estilo y así podría seguir con otros varios ejemplos. Es necesario reflexionar que los términos y el lenguaje son muy importantes, como ya lo han establecido varias investigaciones, debido a que las palabras generan y transmiten pensamientos, tanto es así que hoy podemos darnos cuenta de dónde provienen nuestras ideas, prejuicios y limitaciones según el género al cuál pertenecemos.
La pobreza y las mujeres
Hace un tiempo atrás leí el libro “El banquero de los pobres” de Muhammad Yunus – al que recomiendo expresamente que lean quiénes aún no han entendido el porqué de la pobreza, el por qué vivimos en un mundo que está poblado por pobres, y por qué las más pobres entre las pobres son mujeres – 
“Tres semanas después de que el comité Nóbel noruego anunciase que el economista Muhammad Yunus de Bangladesh y el banco que él fundó hace 30 años ganasen el premio Nobel de la Paz, la Cumbre del Microcrédito anuncia que más de 113 millones de familias recibieron pequeños préstamos el año pasado para comenzar o ampliar pequeñas empresas, 83 millones de las cuales eran de las más pobres del mundo. (5)                                                        El informe 2006 incluye los datos compilados de más de 3.100 instituciones de todo el mundo y declara que de los 82 millones de beneficiarios, los más pobres, el 84% son mujeres”. (6)         
El libro de Yunus nos indica que hay que hacer algo ya y ahora para eliminar el flagelo de la pobreza entre las mujeres en el mundo y para ello hay que impulsar y facilitar su acceso y permanencia en dos ámbitos esenciales: el comercial y el público.
Estimo que para llegar a revertir, en gran parte, esta pobreza que está cimentada en la subordinación y los roles que adoptan las mujeres –que fueron, son y siguen siendo subvalorados, postergados y negativizados– es necesario entender y comprender y que toda la sociedad, también, entienda y comprenda al género, como un sistema de normas sociales que regula la actividad y las conductas de las personas según su sexo biológico, en el que a las mujeres se las sitúa en una posición de desventaja y que en este sistema existe una valoración negativa de las prácticas y proyectos femeninos;
  que el género es una variable y no una constante, puesto que las normas de género varían no sólo entre las culturas, sino también dentro de ellas en función de dimensiones como la clase, la raza, la edad, el estado civil, la preferencia sexual, la religión, etc., por lo tanto, el género no es una variable independiente. Dicho de otra forma, “no existe un concepto de género puro o abstracto, que se pueda aislar teóricamente y estudiar independientemente de la clase, la raza, la edad, el estado civil”; (7)
   que cultural y socialmente vivimos inmersas y condicionadas por la educación que recibimos y que imparten las familias, instituciones, escuelas, religiones y medios de difusión que son los responsables y encargados de la transmisión de los “mandatos sociales”  que nos son inculcados durante todo el proceso de socialización.
Las condiciones de pobreza y de analfabetismo en las cuáles una gran mayoría de mujeres sobrevive sólo podrán ser cambiadas si estas mismas mujeres se comprometen políticamente, por lo que “una aproximación feminista a la ética debe ofrecer una guía para la acción que tienda a subvertir y no a reforzar dicha subordinación. Por tanto, dicha aproximación debe ser práctica, no utópica ni transicional, y por ello, una extensión de la política y no un abandono de la misma. (8)
Sólo cuando las mujeres y los varones, todas las mujeres y todos los varones, entiendan y comprendan al género y los condicionamientos que establece el género, estaremos en condiciones de acceder a la verdadera igualdad, porque seremos  consideradas y nos consideraremos todas y todos dentro de la categoría de “personas”, sujetas de derechos.

Aún así, y a partir del panorama descrito, sabemos que en las últimas décadas ha aumentado considerablemente la actuación, el número y la permanencia de mujeres en todos los ámbitos sociales. Resulta imperioso analizar, entonces, por qué no ha ocurrido lo mismo con la inclusión de las mujeres con discapacidad que aún hoy permanecen invisibilizadas y forman parte de un sector social que se ignora, que no forma parte de la agenda pública ni tampoco está incluido en los planes y políticas sociales.
“… Día tras día, en todo el mundo, los derechos humanos de las mujeres están en juego, pero no por razones biológicas, sino actitudinales, culturales y sociales, siendo precisamente las mujeres con discapacidad algunas de las más afectadas por tener que hacer frente a múltiples barreras que le dificultan la consecución de objetivos de vida considerados como esenciales.
La comunidad internacional ha reconocido la doble discriminación que soportan las mujeres con discapacidad las cuáles están discriminadas respecto a la población general, a los hombres con discapacidad y a las mujeres sin discapacidad.
Los datos estadísticos reflejan una realidad en la que muchas personas por ser mujeres y tener una discapacidad tienen escasas posibilidades de desempeñar un trabajo digno, viven con una pensión mínima, recluidas en el hogar cuidando a otros miembros de la familia y sin reconocimiento, consideradas con una visión infantilizadora y victimista como personas incapaces. Todo ello las hace más susceptibles de sufrir malos tratos psicológicos y físicos…” (9)
El modelo social de la discapacidad, legitimado por la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con discapacidad que Argentina ratificó en 2008, pone de manifiesto que la discapacidad de una persona es mayor o menor según el entorno social en el que se desenvuelve y las ayudas técnicas y personales a las que tiene acceso, es decir, una persona es menos discapacitada o más discapacitada según el lugar en el que vive y desarrolla sus actividades y según la tecnología, ayudas, adaptaciones y apoyos personales de los que dispone. Este es un cambio de paradigma por que la discapacidad se sitúa en el exterior de los/as individuos/as, no en el interior, como venía sucediendo.
Además, es necesario pensar y considerar a la “discapacidad” como una manera u otra forma más de vivir sin que esta manera o forma de vivir implique ni angustia ni sufrimiento. Nadie “sufre por la discapacidad” (a menos que tenga dolores o malestares, pero eso le puede ocurrir a cualquier persona, tenga o no discapacidad) lo que realmente “se sufren” y “se padecen” son las barreras arquitectónicas, actitudinales, del transporte y las limitaciones en cuanto al acceso a los diversos ámbitos, y especialmente, al ámbito laboral.
Porque para disfrutar de autonomía y vivir de manera independiente hay que acceder a una buena educación, tener un empleo digno y percibir un haber que  posibilite tal independencia.
En el año 2001, la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), aprobó la Clasificación Internacional del Funcionamiento, la Discapacidad y la Salud (CIF), que enfatiza el funcionamiento (factor positivo) y no la discapacidad (factor negativo).
“Se abandona el modelo lineal de interpretación (deficiencia - discapacidad - minusvalía) para pasar a un modelo multifactorial en la relación entre el funcionamiento humano y los estados de salud. Los factores contextuales cobran fuerza (personales y ambientales). El funcionamiento humano es un continuo que no puede ser dividido entre lo que es normal y lo que no lo es. Es importante destacar que los factores ambientales pueden ser considerados como facilitadores o barreras, en función de cómo se relacionen con la realidad funcional de la persona, la realización de una actividad o el desempeño de un rol social. Entre los factores ambientales están el diseño de los entornos, servicios y productos en general, y de tecnologías de apoyo, en particular”. (10)
Es por eso que hoy podemos definir a la discapacidad (o diversidad funcional) como:
“el resultado de la interacción entre una persona que tiene una determinada condición de salud y el contexto ambiental en el que se desenvuelve…” (11)
Se ha instalado ya en algunos sitios el cambio de paradigma en la discapacidad el cuál implica pasar del modelo médico hegemónico, con una concepción individualista, que concibe a la discapacidad como consecuencia de una enfermedad, a un modelo social, integrador e inclusivo. Así, el modelo médico promueve la dependencia de las personas y desvaloriza sus potencialidades, y oculta también la diferencia de trato que soportan las mujeres respecto de los varones con discapacidad. En este viejo modelo, no existirían varones y/ o mujeres, sino discapacitados.
Por el contrario, el nuevo paradigma es aquel que concibe a la discapacidad como temática sociocultural, donde es la sociedad la que define y discrimina al "diferente" o a “la diferente”. Lo que señala la responsabilidad del conjunto para evitar la vulneración de los derechos y para promover la incorporación de las personas en igualdad de condiciones a las de toda la población.
Tradicionalmente, la sociedad ha tendido a aislar y a segregar a las mujeres con discapacidad, y a pesar de los logros y avances obtenidos en los últimos años, este tipo de discriminación sigue representando un problema grave y alarmante.
Se habla de doble discriminación cuando en realidad se las somete a una discriminación múltiple. Conocido es que ser mujer y tener discapacidad son dos factores que, aliados, aumentan el sexismo, la precariedad laboral, el analfabetismo y la violencia.
Las mujeres con discapacidad en la Argentina y en el mundo se encuentran con un alto nivel de desempleo, salarios inferiores, menor acceso a los servicios de salud, mayores carencias educativas, escaso o nulo acceso a los programas y servicios dirigidos a mujeres en general, mayor riesgo de padecer situaciones de violencia y todo tipo de abusos; y esta realidad se agrava por las dificultades para lograr modificaciones y/o cambios culturales tales como los hábitos, las creencias y los estereotipos a nivel familiar y social.
Es significativo destacar, asimismo, la importancia de la imagen social de la mujer con discapacidad y su autopercepción. Puedo decir que forman parte de un grupo social que soporta la invisibilidad y el aislamiento – quién no es visible = no existe –
Y, cuando los medios de difusión intervienen en la construcción de la imagen de la mujer con discapacidad, la elaboran no ajustada a los cánones de belleza femeninos generales, lo que contribuye a distorsionarla y a disminuir su autoestima.
Además, en las asociaciones o grupos o reuniones de mujeres, las mujeres con discapacidad son vistas, todavía hoy, como personas dignas de lástima o consideradas “inferiores” o “sufrientes” y no se las percibe “como mujeres”, es decir, no entran  en la categoría de lo que es “ser mujer” ni para la mujer misma.
En las asociaciones o grupos de varones (llámense empresas, organizaciones) tampoco son consideradas ni incluidas, por lo que dije más arriba: no han sido preparadas ni formadas y, lo más importante, no cumplen con el estereotipo de “mujer adorno” ni con “la buena presencia”.
En las asociaciones de personas con discapacidad no llegan a ocupar puestos jerárquicos, por lo general, y son vistas en un nivel inferior o como "esposas", o sea, se las llama para preparar y servir el café, atender el teléfono o enviar cartas, pero no a la hora de tomar las decisiones.
Han sido excluidas desde siempre y de todos los grupos sociales.

“… El vínculo de la perspectiva de género con el modelo social de la discapacidad brinda facetas inexploradas que nos conducen a un nuevo campo para la comprensión de la discriminación en nuestras sociedades, y a la elaboración de estrategias para redefinir relaciones sociales en términos más justos y equitativos con una noción de ciudadanía que incluya a todas y todos.
Incorporar la perspectiva de género en forma transversal en la temática de la discapacidad tiene como objetivo promover la sensibilización, difusión y concientización con relación al tema de la doble o múltiple discriminación que soportan las mujeres con discapacidad por ser mujeres y por ser personas con discapacidad. Sensibilización como una condición para mejorar la calidad de nuestra vida y de nuestras relaciones…” (12)

Discapacidad y derecho al empleo decente.

Aún cuando sindicatos, empresas, organismos públicos, profesionales de la rehabilitación y personas con discapacidad poseen, a veces, perspectivas diversas deben unirse y exigir puestos de trabajo dignos y con sueldos acordes a la tarea desarrollada.
Los sindicatos se encuentran en un lugar de privilegio para unir a estos grupos sociales y consolidar ambientes de trabajo en el que estén incluidas las mujeres con discapacidad, en un empleo digno y desempeñándose junto a todas las demás personas.                                                                  
“… La Oficina Internacional del Trabajo (OIT) celebró la adopción unánime de una nueva Convención para las personas con discapacidad en las Naciones Unidas, por considerar que es un tratado sin precedentes que beneficiará a millones de personas cuya dificultad para encontrar empleo debido a su exclusión social genera un costo estimado de 1.9 billones de dólares anuales.
La OIT destacó que las disposiciones sobre trabajo y empleo incluidas en la nueva Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad producirán un cambio importante y podrán beneficiar a unas 470 millones de personas en edad de trabajar que son discapacitadas. El nuevo instrumento surge como el primer tratado importante de derechos humanos que se suscribe en el siglo XXI.
La Convención representa un cambio sin precedentes en la forma en que la legislación internacional aborda los temas de discapacidad.  Cuando promovemos los derechos y la dignidad de las personas con discapacidad estamos potenciando a los individuos, fortaleciendo a las economías y enriqueciendo a las sociedades en general. Este tratado indica el camino hacia la independencia y la dignidad del trabajo decente…" (13)

Mujer con “discapacidad” y acceso al Empleo decente y bien remunerado.


Es tarea de la educación concientizar que la discapacidad o la diversidad funcional es parte de la humanidad y, por lo tanto, no puede ser mal vista y combatida como si fuese un mal o un estorbo para la sociedad.
“... discapacidad implica mucho más que problemas físicos... Reducir el abordaje y el estudio de la discapacidad a la rehabilitación médica es como confundir el problema de la mujer en la sociedad con la ginecología o encarar el problema del racismo desde la dermatología...” (14)
Partamos de concebir a la discapacidad como una forma más de vida, una diversidad más dentro de la biodiversidad, incluyendo en todos los ámbitos sociales a las personas que tienen discapacidad, “... disolviendo rótulos que separan y definen: “normal” de “anormal”, “standard” de “especial”...” (15)
La inclusión de las mujeres con “discapacidad” debe iniciarse durante el proceso de sociabilización en las familias, en las iglesias y en los medios de comunicación, seguir con la educación y continuar con el empleo porque no puede ni debe separarse la ecuación:
{educación + empleo bien remunerado + buenas relaciones sociales + vivienda decente + atención y cuidado de la salud + confianza en sí misma = vida digna y autónoma}
Es interesante reflexionar que la inserción laboral de las mujeres con discapacidad resulta favorable para el Estado en la medida que éste no tiene que hacerse cargo de cuestiones asistenciales. Aunque para lograr la independencia y el auto valimiento es indispensable contar con asistencia personal, de la que sí el Estado tiene que hacerse responsable y pagarle a los/as asistentes personales de aquellas mujeres que los/as necesiten, porque esto es lo que posibilitará definitivamente la inclusión con equidad de todos y todas, sin importar el grado de limitación física y/ o sensorial que tengan.
Hoy en día no estamos en condiciones de pedirle a una mujer con discapacidad que tiene 40 ó más años, y que nunca ha realizado tareas fuera de su hogar, que depende casi completamente de la asistencia familiar que vaya a buscar un empleo o que salga de su casa y estudie. Como tampoco estamos en condiciones de decirle a una mujer accidentada y que ha quedado con –por ejemplo—una hemiplejía que continúe con las actividades habituales, porque la rehabilitación no cumple con esta singularidad, antes bien, fomenta la dependencia y la subvaloración.
Esta nueva manera de pensar y de concebir a la discapacidad tiene que integrar la currícula de las/os docentes, ser transmitida por la educación y formar parte de la cultura porque así se beneficiarán a más personas con discapacidad (y a la sociedad toda, en consecuencia) logrando, en un futuro no tan lejano que puedan acceder al empleo o que continúen en sus puestos –quizás realizando otro tipo de trabajo—para el caso de que tengan un accidente y el efecto les impida, por alguna razón, desempeñar el anterior—
Resulta imprescindible la introducción en la enseñanza del nuevo paradigma si queremos educar para un Estado de bienestar y de igualdad.
Hay que reformar la educación por completo, desde la base y desde el principio, instruyendo a las personas en derechos y en deberes y formarlas para que sean patrones y no sólo peones.
Una Educación que nos enseñe cómo se gana el dinero y no sólo cómo gastarlo.
Educar a las personas para que no les provoque vergüenza y/o cobardía el acto de vender, y educar a quiénes compran a respetar a quiénes venden, así como también a la inversa. Tener una educación en la que se dignifique el acto de vender y no sólo el acto de comprar y que las mujeres y todas las personas observen y se den cuenta que vender, vendemos siempre, ya sea nuestra profesión, nuestro trabajo, nuestras ideas, artículos, objetos, etc. Y que esa es la forma de ganar dinero, de poder vivir y mantenerse de manera independiente y, por ahora, no existe otra.
Por que la educación mediante el currículo oculto y subliminalmente nos enseña a mantener las desigualdades, a comprar sí y a vender no, a ser empleadas y nunca dueñas ni patronas, ni dirigentes.

Prejuicios, mitos y estereotipos acerca de las mujeres con “discapacidad”

Los prejuicios pueden definirse como actitudes hostiles y/ o negativas hacia un grupo particular basadas en las generalizaciones derivadas de información imperfecta o incompleta.
Todas las formas de prejuicio tienen su raíz en la negativa a identificarse con la realidad de una persona; de esta manera se la deja aparte de la comunidad humana (se coloca a un lado aquello que no se quiere ni para sí, ni para los/as demás)
Además, en general se tiende a pasar por alto la información que va en contra de los propios prejuicios.
Se puede decir que los prejuicios tienen tres partes: la afectiva, la cognitiva y la del comportamiento.
- Afectiva: prejuicio: “No me gusta esta persona, no me gusta esta situación”. Ante las personas que hay prejuicios se generan emociones negativas,  y este puede ser el motivo por el cual, en algunas ocasiones, se producen situaciones negativas.
- Parte cognitiva: Son las creencias, los  valores y las expectativas que asumimos con el grupo por el que tenemos el prejuicio.
- Parte del comportamiento: tendencia a actuar, a tener un comportamiento hacia el grupo o hacia las personas acerca de quiénes se tienen prejuicios.
 “… De tal manera que las mujeres con discapacidad son las primeras que realizan anticipaciones estereotipadas –o prejuiciosas—en sus relaciones con personas sin discapacidad, lo que les disminuye y les limita su desarrollo “normal” como personas adultas, ya que ellas mismas son portadoras de absurdos prejuicios que, aunque injustificados saben que están firmemente arraigados en las cabezas de las personas que las rodean y que, por tanto, condicionan --pudiendo incluso llegar a determinar-- la percepción que hacen de ellas…” (16)
Las mujeres con discapacidad de nuestro país, son vistas (y se perciben algunas de ellas) como “medio-mujeres” o como “no-mujeres”, determinando de esta manera su invisibilización ya que no es común ni corriente verlas ni en las calles ni en los centros comerciales,  ni en los lugares de diversión, deportes y/ o cultura ni en las zonas donde, habitualmente, las demás personas participan de la vida social.
Así, forman parte de un grupo social invisible, acallados sus reclamos entre los de las mujeres sin discapacidad y los de los varones con discapacidad. Y limitada su presencia a aquellos lugares donde sí hay otras personas con discapacidad, a los que son llamadas o en los que son aceptadas por su condición de “mujeres”, “hembras”, o sea, “sujetas deseantes o deseadas” por quiénes se consideran “sus pares” (varones con discapacidad) y no por otra característica.
La invisibilidad es violenta y no es democrática, y no es democrática porque casi siempre recae sobre los sectores más postergados como lo son las mujeres, las/os ancianas/os y los/as niños/as.
Se puede afirmar que hay una discriminación en la invisibilización que siempre recae sobre aquellos sectores que en el imaginario social no existen – por que no se los ve –  y ni siquiera se llega a pensar en ellos como destinatarios de planes, programas y  políticas sociales.

Estereotipos acerca de las mujeres con “discapacidad”:

Los estereotipos son modelos que, generalmente, están cargados de características negativas y que implican los conocimientos y las creencias que se tienen respecto a alguna cosa y/ o persona. Es una creencia pero funciona como un esquema, con un marco conceptual que nos ayuda en nuestra comunicación y a relacionarnos con los/as demás.
Se puede afirmar que los estereotipos son una forma de categorizar al mundo. No son fijos, no son inmutables, sino que son una expresión directa del cambio en el sistema de valores de una sociedad. Generalmente se piensa mediante estereotipos.
Los estereotipos existen en todos los lugares y en todas las culturas y conocerlos es bueno para saber cómo actuar en determinados sitios.
 “Los estereotipos son fórmulas receta que nos permiten catalogar sin esforzarnos a una persona o situación “...Cuando los estereotipos son aplicados a las personas convierten a todas las personas con algún atributo determinado en clones unas de otras; existe una tendencia a la igualación o equiparación. Los sujetos parecidos son, en cierto sentido, intercambiables. Así, las estimaciones: “musulmán-terrorista” “empresario-millonario” “inmigrante sin papeles-delincuente” “mujer con discapacidad-medio mujer” son fórmulas sociales que generan categorías sociales basadas en un solo atributo. Para ello es imprescindible que el estigma, el atributo, homogenice a todos los afectados, impidiendo cualquier matiz que obligaría al abandono del estereotipo, por ejemplo: musulmán y pacifista, inmigrante y empresario. Ésta es una estructura de pensamiento que atrapa incluso a las propias mujeres con discapacidad que también son portadoras de los estereotipos más comunes sobre la discapacidad física.” (17)
¿Qué son los mitos?:
“… Los mitos son construcciones o narraciones transmitidas a través de los años, que prescriben pautas de conductas que sirven para pensar la realidad y actuar aceptadas por la mayoría de una comunidad. El mito, que es una creación cultural, se presenta como un configurador de valores e impone un modelo dado. Se va conformando, de este modo, un sistema de creencias que se expresa en pensamientos y conductas.
Se podría decir, en una primera aproximación, que la existencia de mitos en la sociedad actual tiene mucho que ver con la imagen que cada uno/a posee de sí mismo/a y de los/as demás. Una de las claves de nuestra cultura es, precisamente, la idea de imagen, de mensaje, de manipulación de las personas por medio de un conocimiento de sus motivaciones más profundas.
Por ejemplo, y en cuanto a los mitos sobre la violencia familiar es muy común escuchar: “A las mujeres objeto de violencia les debe gustar, de lo contrario no se quedarían entrampadas en esa situación”. Se dice que si ellas quisieran detener el abuso buscarían ayuda externa o abandonarían y acusarían a sus agresores. Sin embargo, las mujeres víctimas de violencia no presentan, por lo general, características masoquistas...” (18)
Algunos prejuicios sobre las mujeres con discapacidad
- Son “anormales”, raras, defectuosas.
¿Y qué es la “normalidad”? ¿Lo relativo a la “norma”? ¿Quién establece la “norma” o el modelo o la regla? ¿En base a qué pautas y medidas?
Es interesante reflexionar al respecto que la diversidad es la condición humana como “norma” o, dicho de otra manera que “ser diferente” es –ó tendría que ser— “lo normal”.
Además las “normas” nos han sido impuestas en el siglo XIX por hombres, de género masculino, blancos, europeos, de clase media y sin discapacidades. Es tiempo de dejar de observar tales pautas que incluyen a una porción pequeña de la población mundial total y dejan afuera a la mayoría.
- Están enfermas  – “pobrecitas”—y merecen compasión.
Este mito viene del “modelo médico” en el cuál se enfatiza “la enfermedad” que ha producido la discapacidad y aquello “que no se tiene” o lo que “se padece”, concibiendo a la “discapacidad” como una característica objeto de curación y/ o de reparación y en la que se coloca a las personas en situaciones de subordinación y dependencia sometiéndolas a largos tratamientos con el afán de lograr la “normalidad” y junto con ella poder alcanzar la felicidad o la vida plena.
Podría seguir enumerando mitos, estereotipos y/ o prejuicios, pero estimo que estos dos ejemplos son muy ilustrativos.
Lo que se propaga, circula y se cree, en la mayoría de las ocasiones respecto a las personas que tienen discapacidad no es real, forma parte del imaginario social, de ideas que se han difundido y han sido tomadas como ciertas sin serlo.
Es imperioso desmitificar la temática para que todas las personas que son portadoras de una diversidad funcional puedan vivir dignamente.
Desestabilizar la teoría y desterrar los mitos, estereotipos y prejuicios para que las mujeres con discapacidad sean formadas y tengan acceso al empleo decente es responsabilidad de los hombres y mujeres con y sin discapacidad del Mundo entero.
La plena participación de las mujeres con discapacidad es un derecho inherente a su condición ciudadana: ellas contribuyen mediante múltiples prácticas –remuneradas y no remuneradas– al desarrollo de la comunidad.

Trabajo – Teletrabajo – Género – Discapacidad. Nuevos conceptos. Nuevos paradigmas. Nuevas posibilidades.
La noción que tenemos hoy de trabajo es una visión parcial que nos ha sido dada por la economía y que se ha ido formando a lo largo de la historia de la humanidad.
En la antigüedad, el mundo de las ideas era lo más importante (no como hoy, que es el mundo económico) y el trabajo físico era denigrado y relacionado con actividades penosas. La palabra trabajo deriva de Tripalium (en latín) que es un instrumento de tortura, lo cuál quiere decir que el trabajo estaba relacionado con lo penoso, lo denigrante, lo que tortura.

El uso de las nuevas tecnologías trae consigo transformaciones acerca de las maneras en las que pensamos y desarrollamos el trabajo, y una de estas maneras es el Teletrabajo o trabajo a distancia que requiere de ajustes y adaptaciones estructurales que tienen que ver con la educación, la legislación y la disponibilidad de tecnología.
Que tienen que ver con que la mayor cantidad posible de personas tengan acceso a estas tecnologías y al conocimiento, pero también, tiene que ver con que la mayor cantidad posible de empleadores y empleadoras, de pequeñas y grandes empresas conozcan y pongan en práctica esta importante y nueva modalidad de trabajo.
Se habla de un cambio de paradigmas y de un verdadero cambio cultural, y es interesante destacar que por el momento sólo se puede afirmar: que se habla por que todavía falta para que llegue el momento que no se tendrá en cuenta ni el género, ni la apariencia física ni el color, ni la orientación sexual ni la discapacidad de las personas ni otras características. Vamos rumbo a un nuevo mundo en el que las personas serán valoradas por lo que son: personas, seres humanos que día a día realizan infinitos aportes a la sociedad en la que viven y se desenvuelven. Es necesario que un número crítico de individuos/as acepte estos principios para que se conviertan en nuevos modelos, para que se instalen estas transformaciones culturales. Será algo así como la gota que colma el vaso lo que hará posible un cambio de paradigmas, el fin del patriarcado y la conciencia universal que las cosas así como están no pueden seguir.
Recién estamos saliendo de un modelo mercantilista de trabajo en el que un gran número de personas, y especialmente las mujeres y las personas con discapacidad no son reconocidas como trabajadoras y no reciben pago por su contribución para que las sociedades crezcan y mejoren.
El trabajo no remunerado supera al trabajo del mercado. Lo que se contabiliza es bastante menor que lo que no se contabiliza. Las sociedades se sustentan sobre el trabajo de las mujeres. Es muy posible que esta nueva modalidad de trabajo, como es el teletrabajo posibilite una mayor inclusión laboral y en todos los ámbitos de las mujeres y de las personas con discapacidad.
Sólo será posible la liberación de los pueblos, su progreso y su desarrollo democrático cuando la equidad y la igualdad entre los géneros sea una realidad.
Ni siquiera en las situaciones de más grave crisis puede posponerse el actuar en favor del respeto de la equidad entre mujeres y varones.
Ya nadie puede ignorar que ha cambiado el concepto de ser feminista.
Hoy en día, hablar y trabajar por los derechos humanos es hablar y trabajar por la equidad de género y la igualdad de oportunidades y trato en todos los ámbitos de mujeres y varones, de personas con y sin discapacidad.

Fuentes consultadas y citadas:
(1) Notas Informativas de la Asamblea General de Naciones Unidas. Junio, 2000. Manual del Consejo Nacional de la Mujer para Facilitadoras/es. “Mujer, Equidad y Trabajo”. Nueva edición, 2007.
(2)   RORTY, Richard. Contingence, Irony and Solidarity, Pp XVI.
(3) EISENSTEIN, Zillah. The Female Body and the Law. Berkeley: University of California Press, 1989.   
(4) SERAFINI, Mirta. “Sexismo” – Análisis redactado para el Consejo Nacional de la Mujer del cuál fue Directora de Comunicación.
(5) Informe de la Fundación Un Sol Mon de la Obra Social Caixa Catalunya, España, disponible en: http://obrasocial.caixacatalunya.es/osocial/idiomes/2/fitxers/solidaritat/campaign06_cas.pdf
(6) Informe 2006, disponible en www.microcreditsummit.org
(7)  SPELMAN, Elizabeth. 1989.
(8) JAGGAR, Alison M. “Ética Feminista: algunos temas para los años noventa”. (El subrayado es mío)
(9)  BLANCO ENGIDO, Encarnación. Mesa Redonda “Mujer, discapacidad y justicia”. I Congreso Internacional sobre Mujer y Discapacidad. Valencia, España, 2003.
(10) LLORIA, Mariano; en Revista Minusval, IMSERSO (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de España) y Asociación Valenciana de Ayuda a la Parálisis Cerebral, 2006.
(11) Fundación PAR “La discapacidad en la Argentina”, Buenos Aires, 2006, página 175.
(12) Cuadernillo de Género y Discapacidad del Equipo Interinstitucional. Serie “Cuadernillos” Consejo Nacional de la Mujer del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales.
(13)  Disponible en:
(14) y (15) CORIAT, Silvia Aurora. “Lo urbano y lo humano. Hábitat y discapacidad”
Fundación Rumbos. Librería Técnica CP67 S.A. Universidad de Palermo. Madrid, 2003.
(16) y (17) ZARCO, Juan y GARCÍA DE LA CRUZ, Juan José. “El espejo social de la mujer con gran discapacidad” Editorial Fundamentos, Madrid, 2004.
(18)  Manual de Capacitación. Serie “La violencia contra las mujeres en el ámbito de las relaciones familiares” Consejo Nacional de la Mujer.

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