viernes, 1 de julio de 2011

Chiche Farrace. Una de las diseñadoras argentinas más reconocidas internacionalmente

Cuero
En su taller, bocetos, modelos y detalles de un clásico. / Andrea Knight

Sophia Loren, Sharon Stone, Jacqueline Bisset, Lola Flores..., todas con ropa de cuero. Geraldine Chaplin con un traje de falda y campera de gamuza celeste, con zapatos al tono. Fotos que se ven en el atelier de Chiche Farrace, que lleva 34 años en ropa hecha en este material tan noble como clásico. Lo suyo no es privativo de la mujer, también tiene un corte especial para ellos, siempre en la búsqueda de diferenciarse con prendas chic inspiradas en las principales casas europeas. En las paredes de su showroom y taller de Monserrat (Adolfo Alsina 1276, piso 6), Farrace tiene un muro de la fama de varias décadas con mucha celebrity . "Liza Minnelli, una divina total", repasa, al señalar su álbum-mural. Ahí también están Zubin Mehta, Janet Jackson, Julio Iglesias y Johnny Curtis, entremezclados con divas locales como Mirtha Legrand, Susana Giménez, Valeria Mazza, Pinki, Susana Rinaldi, Leonor Benedetto y Graciela Borges.

También se ven los premios Tijera de Oro y de Plata, ambos de 2002. "No, la campera de carpincho de Fernando de la Rúa no la hice yo", se ataja. Pero sí se enorgullece de que una prenda suya integre la colección de Los Angeles County Museum of Art, ciudad donde realizó más de un desfile. "Me planchaba las 200 prendas que llevaba", recuerda. Porque Farrace trata al cuero como si fuera un género delicado como la seda. Lo decora con cintas de satén y perlas, calados láser, hace matelasseados e interiores de satén. Para la nueva colección primavera-verano agregó pinturas a mano, encintados, colores fuertes y calados que hacen que el cuero parezca una puntilla. "Se puede hacer de todo", desafía.

Farrace puede hablar horas de sus clientes y de la epopeya de la marca que lleva su nombre. Su hijo Enrique, que de chico la acompañaba en sus rondas por curtiembres, talleres, desfiles y locales, ahora comanda la empresa. "El se encarga de todo. Yo estoy para crear modelos", determina con su voz grave. Confeccionan 300 productos por mes para su marca, y también las colecciones de una docena de etiquetas de renombre, que se niega a revelar. "Tengo que ser discreta, cual cirujano plástico", explica. En su sucursal de avenida Cramer 3502 atiende la venta por mayor y la exportación, que es pequeña.

-Treinta y cuatro años... ¿Cuántas cosas sobrellevó?

-Me pasó de todo en este país. Estaba en Avda. de Mayo al 900, así que fui testigo de muchas cosas. Pero es mi país, lo adoro y pienso que la Argentina tiene un gran provenir; tengo fe.

-¿Siempre con el cuero?

-Sabía lo que quería: hacer ropa distinta. El cuero siempre me encantó. Siempre me compraba buenas carteras, botas, zapatos, camperas y más. Nunca dudé ni incursioné en otro rubro. Es mi especialidad, siento que es lo que sé.

-¿Llegó adonde quería?

-Tendré muchos defectos, pero tengo una virtud: no me la creo. Siempre que estoy vistiendo a una modelo le pregunto si le gusta, cómo se siente y le pido que me diga si hay algo que no le agrada. Uno nunca deja de aprender. Bueno, ahora que mi hijo Enrique me convenció, después de un año de perseguirme, estoy empezando a experimentar con láser.

-¿Cómo fueron los comienzos?

-No sé coser ni con máquina, pero me rodeé de buena gente y experta. Comencé con dos personas y hoy cuento con un equipo. En un principio vendía mucho al turismo, eran cueros nacionales y no había competencia internacional. Después empecé a vender por mayor. Llevaba mis prendas a boutiques de Bario Norte, pero después no pagaban o me encargaban cosas especiales para un desfile y luego las devolvían; mucho desprecio y me cansé. Puse un aviso en LA NACION justamente: Chiche Farrace, ex proveedora de fulana de tal y de cual , y basta. Comencé a vender en mi showroom, sin intermediarios. En Florida sí tenía buenos clientes, aunque me costaba cumplir con la cantidad de pedidos.

-En esto siempre estuvo sola.

-Sí, estuve 20 años sola. Me separé de mi primer marido, pero seguí usando su apellido porque ya tenía registrada la marca. Salía con mi Ford Taunus con tapizado de cuero para hacer los repartos. Fui luchando, siempre puse el hombro.

-¿El cuero es cosa de hombres?

-Antes sí. Había que ir por las curtiembres en Avellaneda, Lanús Este, Villa Soldati, donde siguen estando. Tenía un auto, un hijo chico y muchas ganas de hacer cosas. Siempre tuve una conducta y los proveedores la tenían conmigo. No estoy de acuerdo con eso de que a las mujeres les cuesta más por ser mujeres. Los hombres son muy macanudos cuando la mujer es seria comercialmente. No me dieron una mano, pero tampoco me pusieron un pie encima. Al principio fue duro, tenían miedo de que no les fuera a pagar; no creían, pero les demostré que sí.

-En la Argentina, ¿ropa de cuero importado?

-Sí, es cierto, es extraño. Faltan 50 millones de cabezas de ganado porque la ganadería no rinde en este momento. ¿No es raro que Brasil, que antes nos compraba carne a nosotros, ahora sea el primer exportador del mundo? Acá hay políticas erradas. Pero confío en que prevalecerán la inteligencia y la coherencia, y que saldremos adelante. Ahora hay poco cuero nacional y es caro. Por eso nos conviene comprar ovejas italianas. Otra falencia es que con un país maravilloso nos falta una política más agresiva de turismo.

-¿Cómo va el negocio?

-Estamos en una impasse económica muy difícil, esperando ver qué pasa, qué rumbo toma el país. Internamente aumentaron muchísimo los precios. No somos tan baratos para los turistas desde el año último. Tenemos que hacer productos muy especiales para vender, porque lo estándar no va. Es un mito que en la Argentina el cuero está regalado. Para nada. Por eso me esfuerzo en hacer algo distinto y venderlo con ese valor agregado, distintivo.

-¿Cuál fue su mayor premio en todos estos años?

-En casa tengo un montón, pero mi mayor premio es una clientela que me responde. Tengo algunas que son abuelas, y también lo son sus hijas y nietas. Les hago prendas a medida, bikinis, shorts, lo que sea. Viene gente de Chile, Colombia, entre otros países. Los de las curtiembres y, en general, los de este rubro nos ayudamos mutuamente. Me fundí y volví a levantar con el apoyo de muchos. Hay que tener la cabeza abierta. Todos somos sobrevivientes.

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