"Mujer, discapacidad y acceso al empleo
decente"
Autora: Silvia Mirta Valori.
Mujeres, condicionamientos de género y pobreza.
* Según investigaciones, si se contabiliza el
trabajo doméstico, las mujeres constituyen el 66% de la mano de obra mundial, y
poseen el 1% de la riqueza producida.
* Las
mujeres configuran el 70% de los pobres y más del 65% de los analfabetos del
planeta.
* 1.500
millones de personas en todo el mundo viven con un dólar o menos por día: la
mayoría son mujeres.
* En todo el mundo, las mujeres ganan –en
promedio – sólo un poco más de la mitad
de lo que ganan los hombres. (1)
He comenzado mi análisis colocando el resultado de estas
investigaciones con la idea de llamar la atención sobre las excesivas
desigualdades que aún persisten, y reflexionar acerca de los roles subvalorados
y subordinados que soportan las mujeres –y que perpetúan la discriminación de
género-- no sólo en Argentina y en América Latina, sino también en la mayoría
de los países del mundo.
Es
quizás ésta, la repuesta a una educación regida por un modelo patriarcal y, ¿porqué
no también? por una supuesta “objetividad científica” que con su discurso de
racionalidad, imparcialidad y universalidad ha logrado imponerse desde épocas
remotas.
Ha
sido la propiedad privada el eje conductor del surgimiento y el sostén de la
estructura de poder patriarcal y esto ha permitido la consolidación de
relaciones jerárquicas rígidas que limitan las potencialidades y derechos del
sexo femenino, cuyo “poder” fue reducido al área privada, más específicamente a
la doméstica, a lo maternal y a los afectos, privándola del disfrute de la vida
social, sexual, laboral, intelectual, entre otras restricciones. De esta
manera, se impone en la historia de la humanidad una nueva forma de discriminación
social.
Es
esta estructura de poder patriarcal que limita el compromiso y la acción
política de las mujeres y trae como consecuencia, que las pocas veces que se
comprometen y actúan (o que lo han hecho – y que consiguieron llegar a puestos
de conducción y mando—) se hayan comportado como hombres y convertido en
“mujeres masculinas” y, cuando se equivocaron, fueron tratadas con el mayor
rigor y despiadadamente, como si los hombres no fallaran nunca, como si
hubieran errado o actuado desatinadamente por el sólo hecho de ser mujeres.
La
escasa participación y ocupación por parte de las mujeres de los lugares de
poder –y, en consecuencia, de los sitios donde se toman las decisiones— da como
resultado que no existan casi programas, ni planes ni proyectos para lograr
revertir esta situación discriminatoria.
Además,
la mayoría de las mujeres que acceden a puestos de poder y/ o de autoridad no
son conscientes de la discriminación de género y, habitualmente se comportan
como hombres o dicho de otra manera son “mujeres masculinas” y, en ocasiones,
más sexistas aún que los hombres mismos.
Esto
debería hacernos reflexionar acerca de cómo tendríamos que ubicarnos dentro de
las tensiones que surgen entre poder patriarcal, objetivismo científico y
compromiso político.
Traemos
un bagaje cultural que es pesado y gigantesco, que a lo largo de miles de años
de subordinación y de ocupar esferas diferentes –las mujeres, el ámbito
privado; los hombres, el ámbito público—ha permitido la subordinación al
pensamiento científico de “objetividad” así como también al sistema patriarcal
dominante, por lo que hará falta mucha pericia y paciencia para revertir esta situación
y para que las mujeres emerjan sanas y salvas de ella y que accedan a los
puestos de poder, allí donde se toman las decisiones importantes.
Hay
que ocupar los ámbitos jerárquicos para influir de manera drástica sobre los
medios de socialización y explorar, denunciar y trabajar para que se eliminen
los sesgos de género y la discriminación que a causa de ello, soportan las
mujeres.
Se
tienen que ocupar aquellos sitios desde donde se instrumentan las reformas en
salud, desarrollo, producción y seguridad social, y, especialmente, desde donde
se plantean y se adoptan los modelos que regirán la educación, en todos los
niveles.
La
clave es la Educación. Está
perfecto que la teoría feminista del conocimiento enfatice acerca del estudio,
la formación y que comunique sobre la igualdad, la diferencia, la
imparcialidad, la subjetividad moral, la autonomía y la epistemología, pero más
que nada, tiene que difundir y lograr que todo esto llegue a la mayoría de
mujeres, porque lo teórico, sin la practica y sin la acción, pierde valor; o
sea, si existe en los libros, pero a esos libros casi nadie tiene acceso o
pocas los leen, por desconocimiento o por la causa que sea, por más que
pensemos, escribamos y teoricemos al respecto, las mujeres –y todos los demás
grupos oprimidos—continuarán ocupando los lugares que “los poderosos” las/os
han destinado desde siempre.
Si la mayoría de personas subordinadas del mundo pertenecen
al sexo femenino, si el trabajo de las mujeres casi no se tiene en cuenta en
los PBI nacionales ni mundiales, si la mayoría de los trabajos de la mujer son
invisibles, si la mayor parte de las pobres del mundo son mujeres y si sólo
poseen el 1% del capital mundial, habría que preguntarse si no sólo están mal
las relaciones de género, si no que es todo el sistema lo que no funciona.
Rorty sostiene que “la solidaridad humana no depende de
una noción metafísica rara de “humanidad” ni de “naturaleza humana”. Más bien
se presenta en esas ondas cada vez más amplias de simpatía que vuelven “más
difícil marginar a las personas diferentes de nosotros”. (2)
Podríamos apelar a la “solidaridad humana” para dejar de
marginar e infravalorar a las personas “diferentes”, sean del sexo que sean.
Estimo que hay que concientizar acerca del tema a las
propias mujeres y preguntarles a esas mujeres dominadas, subordinadas, si son
conscientes de la situación. Y también si desean salir de ella, y pasar a ser
“protagonistas” “ciudadanas”, “electoras”, “votantes”, “usuarias”, “vendedoras”,
“productoras”, “consumidoras” o si, en cambio, desean seguir con sus costumbres
y tradiciones.
Creo que las mujeres no somos tan “iguales” y aquello que
consideramos “ideal” para unas, no lo es para otras. Las diferencias intrasexos
son a veces mucho más fuertes y están aún más marcadas que las intersexos. Cierto
es que conspiran los medios de socialización para mantener las desigualdades,
pero no es menos cierto que los movimientos de mujeres vienen “luchando” desde
hace bastante tiempo y que aún no se han obtenido resultados significativos.
Esto me lleva a cuestionar lo siguiente ¿es que las
mujeres se sienten bien así, en la situación de sumisión que están o es que ni
siquiera suponen, desean o se plantean que les corresponde ocupar un lugar
mejor?
Estimo que es imprescindible educar y formar a las
personas e incluirlas en las discusiones sobre ciudadanía, igualdad, equidad, libertad
y derechos, porque la mujer sigue estando sometida al hombre tanto en la esfera
pública, como en la privada y se mantiene intacta la división sexual del trabajo en casi
todas las esferas sociales.
Obligar a examinar y analizar las tradiciones, las
costumbres y las instituciones desde todos los puntos de vista.
Corregir todos los sesgos de género.
Establecer los principios en los que se debe inspirar la
legislación en materia de igualdad, y, en particular, cualquier legislación
para lograr la equidad en los puestos de trabajo y en los haberes que se
perciben.
Lo que Eisenstein sostiene acerca de que “la igualdad debe
abarcar la generalización, la abstracción y la homogeneidad, así como la
individualidad, la especificidad y la heterogeneidad” es lo más acertado y es
lo que tendría que ponerse en práctica en todos los ámbitos, así como también
que “seguiremos necesitando alguna forma de distinguir entre las diferencias
inevitables, las elegidas y las que sencillamente nos han sido impuestas”. (3)
Asimismo, se debe eliminar por completo la idea de que la
política es un asunto para individuos/as abstractos/as, para personas cuyo sexo
es lo de menos. Y saber que la justicia social significa tener en cuenta la
posición de desventaja que ocupan los grupos oprimidos y conocer los planes y
programas que se ponen en marcha para solucionar esa situación.
Por último, y en cuanto a la igualdad, la representación y
la justicia, resulta mucho más convincente no oponer lo particular a lo
general, ni lo sexualmente específico a lo universal, sino subrayar el
juego existente entre ambos.
Es con la educación que se forma y se transmiten
comportamientos correctos y actitudes hacia las personas en virtud de su sexo
biológico, y nos enseñan a tener conductas y sentimientos “de mujeres” o “de
varones” y, lo que resulta bueno y permitido para uno de los sexos no lo es ni
lo está para el otro, lo cuál hoy se conoce y se difunde con el nombre de sexismo.
Es
imposible hablar de feminismo sin hablar de sexismo.
“…
Al sexismo, practicado tanto por mujeres como por varones, lo entendemos
como la supremacía de lo masculino, a
través de la invisibilización y la exclusión de la mujer. Si nos remitimos al lenguaje, que también
tiene un contenido sexista, en varias ocasiones la desigualdad radica en el
"orden de las palabras", otras en el contenido semántico de los
vocablos. De cualquier manera, el principal escollo deriva de la pertenencia
del castellano a las lenguas con género, categoría gramatical que afecta no
sólo a la determinación de los nombres sino a la de los artículos, adjetivos o
participios en régimen de concordancia con el sustantivo.
Por
lo tanto, se considera al masculino como término genérico y válido en
consecuencia para uno y otro sexo, que tiene, desde el punto de vista social,
un claro efecto de exclusión, de reforzamiento de estereotipos…” (4)
Así
tenemos que “el gobierno, el estado, el comercio” aparecen como ámbitos de
varones, en el que no sólo los que autorizan, certifican, adjudican, compran,
pagan son los varones sino también los que declaran, solicitan, apelan, los
denunciados, los propietarios de inmuebles, los infractores de tránsito. Pero
no sólo lo administrativo y comercial, por su lenguaje, está enmarcado o se lo
percibe como un mundo de varones sino también el mundo de las noticias, de la
cobertura periodística y de los medios. Cientos de investigaciones han exhibido
cómo las mujeres son ignoradas, trivializadas y despreciadas por las palabras
que se usan para describirlas. A las mujeres se les niega una existencia
autónoma al adjudicarles títulos que las distinguen sobre su estado conyugal (“Señora
vs. Señorita” y “Señora de…”). Y son definidas además por su rol familiar,
mientras que los varones son definidos por sus roles ocupacionales. Por otra parte, muchas adjetivaciones
vinculadas a las mujeres tienden a tornarse peyorativas a lo largo del tiempo.
Por ejemplo "mujer pública” no representa lo mismo que “hombre público",
y si “atrevido” significa osado, valiente; “atrevida” significa insolente, mal
educada. La palabra “aventurero” alude a un individuo audaz, arriesgado, pero
no sucede lo mismo con la expresión “aventurera” que nos representa
simbólicamente a aquella mujer que le gustan los festines, las orgías y cosas
por el estilo y así podría seguir con otros varios ejemplos. Es necesario
reflexionar que los términos y el lenguaje son muy importantes, como ya lo han
establecido varias investigaciones, debido a que las palabras generan y
transmiten pensamientos, tanto es así que hoy podemos darnos cuenta de dónde provienen
nuestras ideas, prejuicios y limitaciones según el género al cuál pertenecemos.
La pobreza y las mujeres
Hace un tiempo atrás leí el libro “El banquero de los
pobres” de Muhammad Yunus – al que recomiendo expresamente que lean quiénes aún
no han entendido el porqué de la pobreza, el por qué vivimos en un mundo que
está poblado por pobres, y por qué las más pobres entre las pobres son mujeres
–
“Tres semanas después de que el comité Nóbel noruego
anunciase que el economista Muhammad Yunus de Bangladesh y el banco que él
fundó hace 30 años ganasen el premio Nobel de la Paz , la
Cumbre del Microcrédito anuncia que más de 113 millones de
familias recibieron pequeños préstamos el año pasado para comenzar o ampliar
pequeñas empresas, 83 millones de las cuales eran de las más pobres del mundo. (5) El
informe 2006 incluye los datos compilados de más de 3.100 instituciones de todo
el mundo y declara que de los 82 millones de beneficiarios, los más pobres,
el 84% son mujeres”. (6)
El libro de Yunus nos indica que hay que
hacer algo ya y ahora para eliminar el flagelo de la pobreza entre las mujeres
en el mundo y para ello hay que impulsar y facilitar su acceso y permanencia en
dos ámbitos esenciales: el comercial y el público.
Estimo que para llegar a revertir, en gran parte,
esta pobreza que está cimentada en la subordinación y los roles que adoptan las
mujeres –que fueron, son y siguen siendo subvalorados, postergados y
negativizados– es necesario entender y comprender y que toda la
sociedad, también, entienda y comprenda al género, como un sistema de
normas sociales que regula la actividad y las conductas de las personas según
su sexo biológico, en el que a las mujeres se las sitúa en una posición de
desventaja y que en este sistema existe una valoración negativa de las prácticas
y proyectos femeninos;
que el género
es una variable y no una constante, puesto que las normas de género varían no
sólo entre las culturas, sino también dentro de ellas en función de dimensiones
como la clase, la raza, la edad, el estado civil, la preferencia sexual, la
religión, etc., por lo tanto, el género no es una variable independiente. Dicho
de otra forma, “no existe un concepto de género puro o abstracto, que se pueda
aislar teóricamente y estudiar independientemente de la clase, la raza, la
edad, el estado civil”; (7)
que cultural y socialmente vivimos inmersas
y condicionadas por la educación que recibimos y que imparten las familias, instituciones,
escuelas, religiones y medios de difusión que son los responsables y encargados
de la transmisión de los “mandatos sociales” que nos son inculcados durante todo el proceso
de socialización.
Las
condiciones de pobreza y de analfabetismo en las cuáles una gran mayoría de mujeres
sobrevive sólo podrán ser cambiadas si estas mismas mujeres se comprometen
políticamente, por lo que “una aproximación feminista a la ética debe ofrecer
una guía para la acción que tienda a subvertir y no a reforzar dicha
subordinación. Por tanto, dicha aproximación debe ser práctica, no utópica ni
transicional, y por ello, una extensión de la política y no un abandono de
la misma. (8)
Sólo
cuando las mujeres y los varones, todas las mujeres y todos los varones, entiendan
y comprendan al género y los condicionamientos que establece el género,
estaremos en condiciones de acceder a la verdadera igualdad, porque
seremos consideradas y nos
consideraremos todas y todos dentro de la categoría de “personas”,
sujetas de derechos.
Aún
así, y a partir del panorama descrito, sabemos que en las últimas décadas ha
aumentado considerablemente la actuación, el número y la permanencia de mujeres
en todos los ámbitos sociales. Resulta imperioso analizar, entonces, por qué no
ha ocurrido lo mismo con la inclusión de las mujeres con discapacidad que aún
hoy permanecen invisibilizadas y forman parte de un sector social que se
ignora, que no forma parte de la agenda pública ni tampoco está incluido en los
planes y políticas sociales.
“…
Día tras día, en todo el mundo, los derechos humanos de las mujeres están en
juego, pero no por razones biológicas, sino actitudinales, culturales y
sociales, siendo precisamente las mujeres con discapacidad algunas de las más
afectadas por tener que hacer frente a múltiples barreras que le dificultan la
consecución de objetivos de vida considerados como esenciales.
La
comunidad internacional ha reconocido la doble discriminación que soportan las
mujeres con discapacidad las cuáles están discriminadas respecto a la población
general, a los hombres con discapacidad y a las mujeres sin discapacidad.
Los
datos estadísticos reflejan una realidad en la que muchas personas por ser
mujeres y tener una discapacidad tienen escasas posibilidades de desempeñar un
trabajo digno, viven con una pensión mínima, recluidas en el hogar cuidando a
otros miembros de la familia y sin reconocimiento, consideradas con una visión
infantilizadora y victimista como personas incapaces. Todo ello las hace más
susceptibles de sufrir malos tratos psicológicos y físicos…” (9)
El modelo social de la
discapacidad, legitimado por la Convención
Internacional sobre los Derechos de las Personas con
discapacidad que Argentina ratificó en 2008, pone de manifiesto que la discapacidad de una persona es mayor o menor
según el entorno social en el que se desenvuelve y las ayudas técnicas y personales
a las que tiene acceso, es decir, una persona es menos discapacitada o más
discapacitada según el lugar en el que vive y desarrolla sus actividades y
según la tecnología, ayudas, adaptaciones y apoyos personales de los que
dispone. Este es un cambio de paradigma por que la discapacidad se sitúa en el exterior de los/as
individuos/as, no en el interior, como venía sucediendo.
Además,
es necesario pensar y considerar a la “discapacidad” como una manera u otra
forma más de vivir sin que esta manera o forma de vivir implique ni angustia ni
sufrimiento. Nadie “sufre por la discapacidad” (a menos que tenga dolores o
malestares, pero eso le puede ocurrir a cualquier persona, tenga o no discapacidad)
lo que realmente “se sufren” y “se padecen” son las barreras
arquitectónicas, actitudinales, del transporte y las limitaciones en cuanto al
acceso a los diversos ámbitos, y especialmente, al ámbito laboral.
Porque
para disfrutar de autonomía y vivir de manera independiente hay que acceder a
una buena educación, tener un empleo digno y percibir un haber que posibilite tal independencia.
En el año 2001, la Organización Mundial
de la Salud
(OMS), junto con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), aprobó la Clasificación
Internacional del Funcionamiento, la Discapacidad y la Salud (CIF), que enfatiza el
funcionamiento (factor positivo) y no la discapacidad (factor negativo).
“Se abandona el modelo lineal de interpretación
(deficiencia - discapacidad - minusvalía) para pasar a un modelo multifactorial
en la relación entre el funcionamiento humano y los estados de salud. Los
factores contextuales cobran fuerza (personales y ambientales). El funcionamiento
humano es un continuo que no puede ser dividido entre lo que es normal y lo que
no lo es. Es importante destacar que los factores ambientales pueden ser
considerados como facilitadores o barreras, en función de cómo se relacionen
con la realidad funcional de la persona, la realización de una actividad o el
desempeño de un rol social. Entre los factores ambientales están el diseño de
los entornos, servicios y productos en general, y de tecnologías de apoyo, en
particular”. (10)
Es
por eso que hoy podemos definir a la discapacidad (o diversidad funcional)
como:
“el
resultado de la interacción entre una persona que tiene una determinada
condición de salud y el contexto ambiental en el que se desenvuelve…” (11)
Se
ha instalado ya en algunos sitios el cambio de paradigma en la discapacidad el
cuál implica pasar del modelo médico hegemónico, con una concepción
individualista, que concibe a la discapacidad como consecuencia de una
enfermedad, a un modelo social, integrador e inclusivo. Así, el modelo médico
promueve la dependencia de las personas y desvaloriza sus potencialidades, y
oculta también la diferencia de trato que soportan las mujeres respecto de los
varones con discapacidad. En este viejo modelo, no existirían varones y/ o
mujeres, sino discapacitados.
Por
el contrario, el nuevo paradigma es aquel que concibe a la discapacidad como
temática sociocultural, donde es la sociedad la que define y discrimina al
"diferente" o a “la diferente”. Lo que señala la responsabilidad del
conjunto para evitar la vulneración de los derechos y para promover la incorporación
de las personas en igualdad de condiciones a las de toda la población.
Tradicionalmente,
la sociedad ha tendido a aislar y a segregar a las mujeres con discapacidad, y
a pesar de los logros y avances obtenidos en los últimos años, este tipo de
discriminación sigue representando un problema grave y alarmante.
Se
habla de doble discriminación cuando en realidad se las somete a una
discriminación múltiple. Conocido es que ser mujer y tener discapacidad son dos
factores que, aliados, aumentan el sexismo, la precariedad laboral, el
analfabetismo y la violencia.
Las
mujeres con discapacidad en la
Argentina y en el mundo se encuentran con un alto nivel de
desempleo, salarios inferiores, menor acceso a los servicios de salud, mayores
carencias educativas, escaso o nulo acceso a los programas y servicios
dirigidos a mujeres en general, mayor riesgo de padecer situaciones de
violencia y todo tipo de abusos; y esta realidad se agrava por las dificultades
para lograr modificaciones y/o cambios culturales tales como los hábitos, las
creencias y los estereotipos a nivel familiar y social.
Es
significativo destacar, asimismo, la importancia de la imagen social de la
mujer con discapacidad y su autopercepción. Puedo decir que forman parte de un
grupo social que soporta la invisibilidad y el aislamiento – quién no es
visible = no existe –
Y,
cuando los medios de difusión intervienen en la construcción de la imagen de la
mujer con discapacidad, la elaboran no ajustada a los cánones de belleza
femeninos generales, lo que contribuye a distorsionarla y a disminuir su
autoestima.
Además,
en las asociaciones o grupos o reuniones de mujeres, las mujeres con
discapacidad son vistas, todavía hoy, como personas dignas de lástima o
consideradas “inferiores” o “sufrientes” y no se las percibe “como mujeres”, es
decir, no entran en la categoría de lo
que es “ser mujer” ni para la mujer misma.
En
las asociaciones o grupos de varones (llámense empresas, organizaciones)
tampoco son consideradas ni incluidas, por lo que dije más arriba: no han sido
preparadas ni formadas y, lo más importante, no cumplen con el estereotipo de
“mujer adorno” ni con “la buena presencia”.
En
las asociaciones de personas con discapacidad no llegan a ocupar puestos
jerárquicos, por lo general, y son vistas en un nivel inferior o como
"esposas", o sea, se las llama para preparar y servir el café,
atender el teléfono o enviar cartas, pero no a la hora de tomar las
decisiones.
Han
sido excluidas desde siempre y de todos los grupos sociales.
“…
El vínculo de la perspectiva de género con el modelo social de la discapacidad brinda
facetas inexploradas que nos conducen a un nuevo campo para la comprensión de
la discriminación en nuestras sociedades, y a la elaboración de estrategias
para redefinir relaciones sociales en términos más justos y equitativos con una
noción de ciudadanía que incluya a todas y todos.
Incorporar
la perspectiva de género en forma transversal en la temática de la discapacidad
tiene como objetivo promover la sensibilización, difusión y concientización con
relación al tema de la doble o múltiple discriminación que soportan las mujeres
con discapacidad por ser mujeres y por ser personas con discapacidad. Sensibilización como una condición para
mejorar la calidad de nuestra vida y de nuestras relaciones…” (12)
Discapacidad
y derecho al empleo decente.
Aún
cuando sindicatos, empresas, organismos públicos, profesionales de la
rehabilitación y personas con discapacidad poseen, a veces, perspectivas
diversas deben unirse y exigir puestos de trabajo dignos y con sueldos acordes
a la tarea desarrollada.
Los
sindicatos se encuentran en un lugar de privilegio para unir a estos grupos
sociales y consolidar ambientes de trabajo en el que estén incluidas las
mujeres con discapacidad, en un empleo digno y desempeñándose junto a todas las
demás personas.
“…
La Oficina
Internacional del Trabajo (OIT) celebró la adopción unánime
de una nueva Convención para las personas con discapacidad en las Naciones
Unidas, por considerar que es un tratado sin precedentes que beneficiará a
millones de personas cuya dificultad para encontrar empleo debido a su
exclusión social genera un costo estimado de 1.9 billones de dólares anuales.
Mujer con “discapacidad” y acceso al Empleo
decente y bien remunerado.
Es
tarea de la educación concientizar que la discapacidad o la diversidad
funcional es parte de la humanidad y, por lo tanto, no puede ser mal vista y
combatida como si fuese un mal o un estorbo para la sociedad.
“...
discapacidad implica mucho más que problemas físicos... Reducir el abordaje y
el estudio de la discapacidad a la rehabilitación médica es como confundir el
problema de la mujer en la sociedad con la ginecología o encarar el problema
del racismo desde la dermatología...” (14)
Partamos
de concebir a la discapacidad como una forma más de vida, una diversidad más
dentro de la biodiversidad, incluyendo en todos los ámbitos sociales a las
personas que tienen discapacidad, “... disolviendo rótulos que separan y
definen: “normal” de “anormal”, “standard” de “especial”...” (15)
La
inclusión de las mujeres con “discapacidad” debe iniciarse durante el proceso
de sociabilización en las familias, en las iglesias y en los medios de
comunicación, seguir con la educación y continuar con el empleo porque no puede
ni debe separarse la ecuación:
{educación
+ empleo bien remunerado + buenas relaciones sociales + vivienda decente +
atención y cuidado de la salud + confianza en sí misma = vida digna y autónoma}
Es interesante reflexionar que la inserción laboral de las
mujeres con discapacidad resulta favorable para el Estado en la medida que éste
no tiene que hacerse cargo de cuestiones asistenciales. Aunque para lograr la
independencia y el auto valimiento es indispensable contar con asistencia
personal, de la que sí el Estado tiene que hacerse responsable y pagarle a
los/as asistentes personales de aquellas mujeres que los/as necesiten, porque
esto es lo que posibilitará definitivamente la inclusión con equidad de todos y
todas, sin importar el grado de limitación física y/ o sensorial que tengan.
Hoy
en día no estamos en condiciones de pedirle a una mujer con discapacidad que
tiene 40 ó más años, y que nunca ha realizado tareas fuera de su hogar, que
depende casi completamente de la asistencia familiar que vaya a buscar un
empleo o que salga de su casa y estudie. Como tampoco estamos en condiciones de
decirle a una mujer accidentada y que ha quedado con –por ejemplo—una hemiplejía
que continúe con las actividades habituales, porque la rehabilitación no cumple
con esta singularidad, antes bien, fomenta la dependencia y la subvaloración.
Esta
nueva manera de pensar y de concebir a la discapacidad tiene que integrar la
currícula de las/os docentes, ser transmitida por la educación y formar parte
de la cultura porque así se beneficiarán a más personas con discapacidad (y a la
sociedad toda, en consecuencia) logrando, en un futuro no tan lejano que puedan
acceder al empleo o que continúen en sus puestos –quizás realizando otro tipo
de trabajo—para el caso de que tengan un accidente y el efecto les impida, por
alguna razón, desempeñar el anterior—
Resulta imprescindible la introducción en la enseñanza del
nuevo paradigma si queremos educar para un Estado de bienestar y de igualdad.
Hay que reformar la educación por completo, desde la base
y desde el principio, instruyendo a las personas en derechos y en deberes y
formarlas para que sean patrones y no sólo peones.
Una Educación que nos enseñe cómo se gana el dinero y no
sólo cómo gastarlo.
Educar a las personas para que no les provoque vergüenza
y/o cobardía el acto de vender, y educar a quiénes compran a respetar a quiénes
venden, así como también a la inversa. Tener una educación en la que se
dignifique el acto de vender y no sólo el acto de comprar y que
las mujeres y todas las personas observen y se den cuenta que vender, vendemos
siempre, ya sea nuestra profesión, nuestro trabajo, nuestras ideas, artículos,
objetos, etc. Y que esa es la forma de ganar dinero, de poder vivir y
mantenerse de manera independiente y, por ahora, no existe otra.
Por que la educación mediante el currículo oculto y
subliminalmente nos enseña a mantener las desigualdades, a comprar sí y a
vender no, a ser empleadas y nunca dueñas ni patronas, ni dirigentes.
Prejuicios, mitos y estereotipos acerca de
las mujeres con “discapacidad”
Los
prejuicios pueden definirse como actitudes hostiles y/ o negativas hacia un
grupo particular basadas en las generalizaciones derivadas de información
imperfecta o incompleta.
Todas
las formas de prejuicio tienen su raíz en la negativa a identificarse con la
realidad de una persona; de esta manera se la deja aparte de la comunidad
humana (se coloca a un lado aquello que no se quiere ni para sí, ni para los/as
demás)
Además,
en general se tiende a pasar por alto la información que va en contra de los
propios prejuicios.
Se
puede decir que los prejuicios tienen tres partes: la afectiva, la cognitiva y
la del comportamiento.
- Afectiva: prejuicio: “No me gusta esta persona, no me gusta esta situación”. Ante las personas que hay prejuicios se generan emociones negativas, y este puede ser el motivo por el cual, en algunas ocasiones, se producen situaciones negativas.
- Afectiva: prejuicio: “No me gusta esta persona, no me gusta esta situación”. Ante las personas que hay prejuicios se generan emociones negativas, y este puede ser el motivo por el cual, en algunas ocasiones, se producen situaciones negativas.
-
Parte cognitiva: Son las creencias,
los valores y las expectativas que
asumimos con el grupo por el que tenemos el prejuicio.
-
Parte del comportamiento: tendencia a actuar, a tener un comportamiento
hacia el grupo o hacia las personas acerca de quiénes se tienen prejuicios.
“… De tal manera que las mujeres con
discapacidad son las primeras que realizan anticipaciones estereotipadas –o
prejuiciosas—en sus relaciones con personas sin discapacidad, lo que les
disminuye y les limita su desarrollo “normal” como personas adultas, ya que
ellas mismas son portadoras de absurdos prejuicios que, aunque injustificados
saben que están firmemente arraigados en las cabezas de las personas que las
rodean y que, por tanto, condicionan --pudiendo incluso llegar a determinar-- la percepción que hacen de
ellas…” (16)
Las
mujeres con discapacidad de nuestro país, son vistas (y se perciben algunas de
ellas) como “medio-mujeres” o como “no-mujeres”, determinando de esta manera su
invisibilización ya que no es común ni corriente verlas ni en las calles ni en
los centros comerciales, ni en los
lugares de diversión, deportes y/ o cultura ni en las zonas donde,
habitualmente, las demás personas participan de la vida social.
Así,
forman parte de un grupo social invisible, acallados sus reclamos entre los de
las mujeres sin discapacidad y los de los varones con discapacidad. Y limitada
su presencia a aquellos lugares donde sí hay otras personas con discapacidad, a
los que son llamadas o en los que son aceptadas por su condición de “mujeres”,
“hembras”, o sea, “sujetas deseantes o deseadas” por quiénes se consideran “sus
pares” (varones con discapacidad) y no por otra característica.
La
invisibilidad es violenta y no es democrática, y no es democrática porque casi
siempre recae sobre los sectores más postergados como lo son las mujeres,
las/os ancianas/os y los/as niños/as.
Se
puede afirmar que hay una discriminación en la invisibilización que siempre
recae sobre aquellos sectores que en el imaginario social no existen – por que
no se los ve – y ni siquiera se llega a
pensar en ellos como destinatarios de planes, programas y políticas sociales.
Estereotipos
acerca de las mujeres con “discapacidad”:
Los estereotipos son modelos que, generalmente, están
cargados de características negativas y que implican los conocimientos y las
creencias que se tienen respecto a alguna cosa y/ o persona. Es una creencia
pero funciona como un esquema, con un marco conceptual que nos ayuda en nuestra
comunicación y a relacionarnos con los/as demás.
Se puede afirmar que los estereotipos son una forma de
categorizar al mundo. No son fijos, no son inmutables, sino que son una
expresión directa del cambio en el sistema de valores de una sociedad.
Generalmente se piensa mediante estereotipos.
Los estereotipos existen en todos los lugares y en todas
las culturas y conocerlos es bueno para saber cómo actuar en determinados
sitios.
“Los estereotipos son fórmulas receta que nos permiten catalogar sin esforzarnos a una
persona o situación “...Cuando los estereotipos son aplicados a las personas
convierten a todas las personas con algún atributo determinado en clones unas
de otras; existe una tendencia a la igualación o equiparación. Los sujetos
parecidos son, en cierto sentido, intercambiables. Así, las estimaciones: “musulmán-terrorista”
“empresario-millonario” “inmigrante sin papeles-delincuente” “mujer con discapacidad-medio mujer”
son fórmulas sociales que generan categorías sociales basadas en un solo
atributo. Para ello es imprescindible que el estigma, el atributo, homogenice a
todos los afectados, impidiendo cualquier matiz que obligaría al abandono del
estereotipo, por ejemplo: musulmán y pacifista, inmigrante y empresario. Ésta
es una estructura de pensamiento que atrapa incluso a las propias mujeres con
discapacidad que también son
portadoras de los estereotipos más comunes sobre la discapacidad física.” (17)
¿Qué
son los mitos?:
“… Los mitos son construcciones o narraciones transmitidas
a través de los años, que prescriben pautas de conductas que sirven para pensar
la realidad y actuar aceptadas por la mayoría de una comunidad. El mito, que es
una creación cultural, se presenta como un configurador de valores e impone un
modelo dado. Se va conformando, de este modo, un sistema de creencias que se
expresa en pensamientos y conductas.
Se podría decir, en una primera aproximación, que la
existencia de mitos en la sociedad actual tiene mucho que ver con la imagen que
cada uno/a posee de sí mismo/a y de los/as demás. Una de las claves de nuestra
cultura es, precisamente, la idea de imagen, de mensaje, de manipulación de las
personas por medio de un conocimiento de sus motivaciones más profundas.
Por ejemplo, y en cuanto a los mitos sobre la violencia
familiar es muy común escuchar: “A las mujeres objeto de violencia les debe
gustar, de lo contrario no se quedarían entrampadas en esa situación”. Se dice
que si ellas quisieran detener el abuso buscarían ayuda externa o abandonarían
y acusarían a sus agresores. Sin embargo, las mujeres víctimas de violencia no
presentan, por lo general, características masoquistas...” (18)
Algunos prejuicios sobre las mujeres con discapacidad
- Son “anormales”, raras, defectuosas.
¿Y qué es la “normalidad”? ¿Lo relativo a la “norma”?
¿Quién establece la “norma” o el modelo o la regla? ¿En base a qué pautas y
medidas?
Es interesante reflexionar al respecto que la diversidad
es la condición humana como “norma” o, dicho de otra manera que “ser diferente”
es –ó tendría que ser— “lo normal”.
Además las “normas” nos han sido impuestas en el siglo XIX
por hombres, de género masculino, blancos, europeos, de clase media y sin
discapacidades. Es tiempo de dejar de observar tales pautas que incluyen a una
porción pequeña de la población mundial total y dejan afuera a la mayoría.
- Están enfermas –
“pobrecitas”—y merecen compasión.
Este mito viene del “modelo médico” en el cuál se enfatiza
“la enfermedad” que ha producido la discapacidad y aquello “que no se tiene” o
lo que “se padece”, concibiendo a la “discapacidad” como una característica
objeto de curación y/ o de reparación y en la que se coloca a las personas en
situaciones de subordinación y dependencia sometiéndolas a largos tratamientos
con el afán de lograr la “normalidad” y junto con ella poder alcanzar la
felicidad o la vida plena.
Podría seguir enumerando mitos, estereotipos y/ o prejuicios,
pero estimo que estos dos ejemplos son muy ilustrativos.
Lo que se propaga, circula y se cree, en la mayoría de las
ocasiones respecto a las personas que tienen discapacidad no es real, forma
parte del imaginario social, de ideas que se han difundido y han sido tomadas
como ciertas sin serlo.
Es imperioso desmitificar la temática para que todas las
personas que son portadoras de una diversidad funcional puedan vivir dignamente.
Desestabilizar
la teoría y desterrar los mitos, estereotipos y prejuicios para que las mujeres
con discapacidad sean formadas y tengan acceso al empleo decente es
responsabilidad de los hombres y mujeres con y sin discapacidad del Mundo
entero.
La
plena participación de las mujeres con discapacidad es un derecho inherente a
su condición ciudadana: ellas contribuyen mediante múltiples prácticas
–remuneradas y no remuneradas– al desarrollo de la comunidad.
Trabajo
– Teletrabajo – Género – Discapacidad. Nuevos conceptos. Nuevos paradigmas.
Nuevas posibilidades.
La
noción que tenemos hoy de trabajo es una visión parcial que nos ha sido dada
por la economía y que se ha ido formando a lo largo de la historia de la
humanidad.
En
la antigüedad, el mundo de las ideas era lo más importante (no como hoy, que es
el mundo económico) y el trabajo físico era denigrado y relacionado con
actividades penosas. La palabra trabajo deriva de Tripalium (en latín) que es
un instrumento de tortura, lo cuál quiere decir que el trabajo estaba
relacionado con lo penoso, lo denigrante, lo que tortura.
El uso de las nuevas tecnologías trae consigo transformaciones acerca de las maneras en las que pensamos y desarrollamos el trabajo, y una de estas maneras es el Teletrabajo o trabajo a distancia que requiere de ajustes y adaptaciones estructurales que tienen que ver con la educación, la legislación y la disponibilidad de tecnología.
Que
tienen que ver con que la mayor cantidad posible de personas tengan acceso a
estas tecnologías y al conocimiento, pero también, tiene que ver con que la mayor cantidad posible de empleadores y empleadoras,
de pequeñas y grandes empresas conozcan y pongan en práctica esta importante y
nueva modalidad de trabajo.
Se
habla de un cambio de paradigmas y de un verdadero cambio cultural, y es
interesante destacar que por el momento sólo se puede afirmar: que se habla por que todavía falta
para que llegue el momento que no se tendrá en cuenta ni el género, ni la
apariencia física ni el color, ni la orientación sexual ni la discapacidad de
las personas ni otras características. Vamos rumbo a un nuevo mundo en el que
las personas serán valoradas por lo que son: personas, seres humanos que día a
día realizan infinitos aportes a la sociedad en la que viven y se desenvuelven.
Es necesario que un número crítico de individuos/as acepte estos principios
para que se conviertan en nuevos modelos, para que se instalen estas
transformaciones culturales. Será algo así como la gota que colma el vaso lo
que hará posible un cambio de paradigmas, el fin del patriarcado y la conciencia
universal que las cosas así como están no pueden seguir.
Recién
estamos saliendo de un modelo mercantilista de trabajo en el que un gran número
de personas, y especialmente las mujeres y las personas con discapacidad no son
reconocidas como trabajadoras y no reciben pago por su contribución para que
las sociedades crezcan y mejoren.
El trabajo no remunerado supera al
trabajo del mercado. Lo que se contabiliza es bastante menor que lo que no se
contabiliza. Las sociedades se sustentan sobre el trabajo de las mujeres. Es muy posible que esta nueva modalidad de trabajo,
como es el teletrabajo posibilite una mayor inclusión laboral y en todos los
ámbitos de las mujeres y de las personas con discapacidad.
Sólo será posible la liberación de los pueblos, su progreso y su desarrollo
democrático cuando la equidad y la igualdad entre los géneros sea una realidad.
Ni siquiera en las situaciones de más grave crisis puede posponerse el actuar en favor del respeto de la equidad entre mujeres y varones.
Ni siquiera en las situaciones de más grave crisis puede posponerse el actuar en favor del respeto de la equidad entre mujeres y varones.
Ya
nadie puede ignorar que ha cambiado el concepto de ser feminista.
Hoy en día, hablar y trabajar por los
derechos humanos es hablar y trabajar por la equidad de género y la igualdad de
oportunidades y trato en todos los ámbitos de mujeres y varones, de personas con
y sin discapacidad.
Fuentes consultadas y citadas:
(1) Notas Informativas de la Asamblea General
de Naciones Unidas. Junio, 2000. Manual del Consejo Nacional de la Mujer para Facilitadoras/es.
“Mujer, Equidad y Trabajo”. Nueva edición, 2007.
(2) RORTY,
Richard. Contingence, Irony and Solidarity, Pp XVI.
(3) EISENSTEIN, Zillah. The Female Body and the
Law. Berkeley : University of California
Press, 1989.
(4) SERAFINI, Mirta. “Sexismo” – Análisis redactado para
el Consejo Nacional de la Mujer
del cuál fue Directora de Comunicación.
(5) Informe de la
Fundación Un Sol Mon de la
Obra Social Caixa Catalunya, España, disponible en: http://obrasocial.caixacatalunya.es/osocial/idiomes/2/fitxers/solidaritat/campaign06_cas.pdf
(6) Informe
2006, disponible en www.microcreditsummit.org
(7) SPELMAN, Elizabeth. 1989.
(8) JAGGAR, Alison M. “Ética Feminista: algunos temas
para los años noventa”. (El subrayado es mío)
(9) BLANCO ENGIDO, Encarnación. Mesa Redonda “Mujer,
discapacidad y justicia”. I Congreso Internacional sobre Mujer y Discapacidad.
Valencia, España, 2003.
(10) LLORIA, Mariano; en
Revista Minusval, IMSERSO (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de España)
y Asociación Valenciana de Ayuda a la Parálisis Cerebral ,
2006.
(11) Fundación PAR “La
discapacidad en la Argentina ”,
Buenos Aires, 2006, página 175.
(12) Cuadernillo
de Género y Discapacidad del Equipo Interinstitucional. Serie “Cuadernillos”
Consejo Nacional de la Mujer
del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales.
(13) Disponible en:
(14) y (15) CORIAT, Silvia Aurora. “Lo urbano y lo humano.
Hábitat y discapacidad”
Fundación
Rumbos. Librería Técnica CP67 S.A. Universidad de Palermo. Madrid, 2003.
(16) y (17) ZARCO, Juan y GARCÍA DE LA CRUZ , Juan José. “El espejo
social de la mujer con gran discapacidad” Editorial Fundamentos, Madrid, 2004.
(18) Manual de Capacitación. Serie “La violencia contra
las mujeres en el ámbito de las relaciones familiares” Consejo Nacional de la Mujer.
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