Pobreza. Género y Cambio Climático
Ponencia presentada en el II Foro Iberoamericano de Desarrollo Sostenible Rosario 2013
Autora: Silvia Mirta Valori
Recientemente la CEPAL ha definido a la
pobreza tomando en consideración sus diversas dimensiones y, además de
entenderla como una expresión de la carencia de recursos económicos o de
condiciones de vida que la sociedad considera básicos, ha destacado la
importancia de enfoques como el de la exclusión social, el de las capacidades y
el participativo, por lo que actualmente la considera un fenómeno de múltiples
facetas y causas.
Sumando estas
dimensiones, y analizándolas profundamente, es preciso darse cuenta por qué
podemos hablar de “feminización” de la pobreza, por qué las mujeres son la
mayoría de los/as pobres del mundo y por qué la pobreza tiene género.
Hoy ya nadie
discute que la pobreza afecta de forma diferente a mujeres y hombres. Que la
división sexual del trabajo, en la que la mujer está destinada al espacio
doméstico realizando tareas no remuneradas, y participando en ámbitos
comunitarios, donde tampoco recibe retribución alguna por su trabajo reduce de
manera significativa sus posibilidades de acceder al espacio público, así como
también limita y coarta las posibilidades de las mujeres de tener una vida
abundante y económicamente próspera.
La desigualdad
de oportunidades que afecta a las mujeres para acceder al trabajo remunerado
perjudica sus posibilidades de tener autonomía
económica.
“… La división del trabajo por sexo, al asignar a las mujeres el
espacio doméstico, determina la “desigualdad en las oportunidades que ellas
tienen como género para acceder a los recursos materiales y sociales (propiedad
de capital productivo, trabajo remunerado, educación y capacitación), así como
a participar en la toma de las principales decisiones políticas, económicas y
sociales”. Bravo,
1998 p.63...”
Para continuar
analizando la correlación que existe entre pobreza, género y sus consecuencias es preciso definir qué es el sexo, qué es el género y qué
significa la perspectiva de género, y llegar a precisar más sucintamente de
qué forma las relaciones inequitativas que se establecen en la sociedad
contribuyen a perpetuar la desigualdad y la pobreza.
El sexo se
refiere a las características biológicas que traemos al nacer y que nos definen
como un macho o una hembra. Pertenece al orden de la naturaleza.
El género es
un sistema de normas y conductas que regula las actividades de las personas y
establece qué es lo propio de “la mujer” y qué “del varón”. Dentro de este
sistema se coloca a los varones en una posición dominante y activa, mientras
que las mujeres adoptan una posición subordinada y pasiva en la que se
desvalorizan y/o negativizan las prácticas y proyectos femeninos.
El género es,
además, una construcción cultural que se aprende e internaliza mediante el proceso de
socialización al que estamos sometidos todas y todos, desde que nacemos y que
se da en las familias, las escuelas, las iglesias, los clubes, los medios de
comunicación.
La perspectiva
de género es un instrumento de análisis que nos permite desentrañar
cómo estas relaciones jerárquicas e inequitativas afectan el
desarrollo personal y la vida de las mujeres que deberán soportar hasta el
encierro y la violencia, en ocasiones, por depender económicamente de un hombre
para su subsistencia.
“… El enfoque de la exclusión social estudia las características
estructurales de la sociedad que generan procesos y dinámicas que excluyen a
los individuos o a los grupos de la participación social plena. Hace especial
referencia a la distribución de las oportunidades y los recursos para la
superación de la exclusión, y al fomento de la inclusión tanto en los mercados
de trabajo como en los procesos sociales…” (*)
Sin duda
alguna vivimos en una sociedad aún hoy y a pesar de todos los avances, que
destina a una mayoría de mujeres al espacio doméstico, impidiendo de esta
manera su participación en ámbitos productivos como lo son el político,
económico y público.
Si bien una
importante cantidad de mujeres ha logrado salir, avanzar significativamente y
lograr su independencia financiera, es bien cierto que existe el denominado
“techo de cristal” por lo que aún les resulta dificultoso llegar a espacios en
los que pueden usar su poder de decisión y, en muchos casos, aún teniendo poder
de decisión, están rodeadas de hombres que no les permiten y/o que les ponen trabas
cuando deciden trabajar por el progreso de sus congéneres.
Por su parte, en el enfoque participativo los/as pobres
definen a la pobreza a partir del análisis que ellos/as mismos/as hacen de su
realidad e incluyen los aspectos que consideran significativos. Desde este
punto de vista, la superación de la pobreza pasa por el empoderamiento de los/as
pobres. (Ruggeri, Saith y Stewart, 2003;
Arriagada, 2003).
Así como la
superación de la pobreza pasa por el empoderamiento de los/as pobres, el
adelanto y progreso de las mujeres, pasa por el empoderamiento de las propias
mujeres, entendiendo (y tanto ellas como ellos) que es realmente utópico
pretender que las sociedades avancen y tengan un nivel de vida realmente
cómodo, encaminado a un estado de bienestar, si la mayoría de la población aún
no ha logrado insertarse satisfactoriamente en el mercado laboral y no percibe
remuneración económica alguna por su trabajo cotidiano.
Es como
pretender que en una casa de diez personas prosperen económicamente sólo con el
trabajo y aporte de tres o cuatro personas. A menos que hayan logrado adquirir
una industria o empresa sumamente rentable, no será posible, siempre resultará
que lo que ingresa es menor que lo que egresa en gastos, alimentación y otros.
Un capítulo
aparte merece la situación en la que se encuentran las mujeres rurales, quiénes
realizan aportes día a día a la economía del hogar y a la sociedad, sin recibir
reconocimiento ni mención alguna, ni remuneración acorde a su trabajo y a sus
contribuciones para el desarrollo de la comunidad toda.
En este
sentido, se encuentran casi en el mismo nivel que las mujeres con discapacidad,
que son relegadas a la condición de no-mujeres o de medio-mujeres y una
importante cantidad de personas –que no tienen relación y conocimiento directo
de la discapacidad— suponen que viven “del aire” o de la caridad y la limosna y
no tienen en cuenta los aportes que día a día realizan con su trabajo, muchas
veces no remunerado y otras, mal remunerado y por el cuál tampoco obtienen
reconocimiento alguno.
Relación entre cambio climático, pobreza y género.
La
correspondencia entre estos tres factores es directa y hay mecanismos de
transmisión que van a influir en la vida de las personas, y especialmente en la
de las mujeres. Uno de ellos será la baja de la productividad agrícola que
podría sumar 600 millones más de personas en riesgo de malnutrición. El segundo
tiene estrecha relación con el agua, que es un vector que atraviesa todos los
niveles de bienestar. Es aún considerable
la cantidad de personas que no tienen acceso al agua potable y utilizan agua
contaminada para beber, cocinar e higienizarse, y que ni conocen ni alcanzan a
comprender los riesgos a los que se exponen con este uso.
Si bien el
primer objetivo ante catástrofes naturales es la supervivencia, no podemos
desentendernos de los efectos que a mediano y largo plazo tienen estos sucesos
en el desarrollo de las personas. Se calcula que niños y niñas que han nacido
en lugares donde ha habido sequías e inundaciones tienen entre un 35 y un 50
por ciento de tener problemas de malnutrición al llegar al quinto año de vida.
Y este es un efecto en cadena, pues cuando un niño o niña tiene problemas de
malnutrición a los cinco años, tiene comprometida su capacidad cognitiva,
motriz y verá limitada su posibilidad de tener un ingreso en el mercado laboral
con igualdad de oportunidades.
Y, una vez más
serán las mujeres, las que, en su mayoría tendrán que hacerse cargo de estos
niños y niñas, así como de su alimentación, vestido, atención y educación. Por
lo que verán retrasadas –una vez más– sus posibilidades de acceder a una vida
independiente económicamente.
Por último,
quiero que observen que los países más vulnerables son los que tienen menos
recursos para brindar el auxilio necesario a la población en caso de
emergencia. Y son también, los que en mayor medida dependen de la cooperación
internacional.
Y los países
más vulnerables son quiénes menos han contaminado y quiénes menos contaminan al
Planeta. Son a quiénes les ha sido y les son explotados sus recursos naturales
y poblaciones durante años y años por los países que denominamos
“desarrollados”.
Por eso es que
hoy, más que nunca, trabajar por los derechos humanos y la justicia social es
trabajar por la equidad e igualdad entre los géneros, entre personas con y sin
discapacidad, entre las etnias, las religiones, las clases y superar las
divisiones por que sólo con el conocimiento, entendimiento y apoyo de toda la
sociedad estaremos en condiciones de afrontar y poder sobrellevar las emergencias
climáticas a las que el Planeta nos someterá, como devolución por no
dispensarle el cuidado apropiado en el momento justo, como devolución por haber
conformado sociedades en las que sólo impera el culto al consumismo, al
egocentrismo, al “Sálvese quién pueda” y el “a mí no me va a pasar”. Y el total
desconocimiento e indeferencia por lo que es la ecología, el cuidado del medio
ambiente y lo que significa trabajar por el respeto y la observación de
conductas que no lo afecten.
Cambio climático y Derechos Humanos.
Algunas cifras…
n
1400 millones de personas en el
mundo viven bajo la línea de pobreza. Un 70% de ellas son mujeres.
n
Diariamente mueren 5000 niños y
niñas por enfermedades relacionadas con la falta de agua potable y saneamiento.
n
El riesgo de sufrir un evento
climático extremo se incrementa notablemente en los países en desarrollo donde
una de cada 19 personas se verá afectada, mientras que la cifra es de una en
1500 en los países desarrollados. Es decir que un/a ciudadano/a de un país en
desarrollo tiene 80 veces más probabilidades de verse afectado/a que un/a de un
país desarrollado.
n
El 80% de la población mundial vive
en países cuyas diferencias de ingresos siguen aumentando.
Como conclusión, quiero dejarles esta
reflexión:
Sólo será posible la
liberación de los pueblos, su progreso y su desarrollo democrático cuando la
equidad y la igualdad inter-géneros sea una realidad.
Ni siquiera en las situaciones de más grave crisis puede posponerse el actuar en favor del respeto por la equidad y la igualdad entre mujeres y varones.
Es tiempo de que las mujeres dejen de pagar el precio más alto por lograr el Cambio yla Evolución.
Ni siquiera en las situaciones de más grave crisis puede posponerse el actuar en favor del respeto por la equidad y la igualdad entre mujeres y varones.
Es tiempo de que las mujeres dejen de pagar el precio más alto por lograr el Cambio y
Muchas gracias!
Fuentes:
(*) Cuadernillo
“Entender la pobreza desde la perspectiva de género”
Unidad
Mujer y Desarrollo – CEPAL - UNIFEM - República de Italia - Santiago de Chile,
enero de 2004.
No hay comentarios:
Publicar un comentario